Gallardo sobre el altozano se alza el pueblo con su bufanda de árboles, desde
el dique parece un islote, una postal de
gran belleza, pueblo y montes de pinares mirándose en las mansas aguas. A la
izquierda de la estampa la otra mirada, lo que hoy hubiera sido su actividad,
las sierras roturadas y pobladas de olivos alineados en perfecta formación y cercados
con sinuosas paredes de pizarra, y entre los olivares, moteadas, las casetas
pardas de piedra, hay alguna que destaca por la blancura de la cal. Dominando
las crestas de las montañas en el horizonte norte se perfila en un roquedo con
majestuosidad el promontorio de la Peña de Francia, he allí el recogimiento
monacal y la religiosidad del señorío de la Villa de Granada.
jmgd
(Otro trocito, 01.02.2014)
(Otro trocito, 01.02.2014)
Subiendo
la cuesta y pasados los aparcamientos en una pequeña explanada antes de entrar
en el pueblo, a la derecha, está el olmo de la Puerta de la Villa, el
centenario y acogedor olmo de amplia copa, donde he pasado muchas tardes
ociosas en mi niñez jugueteando o viendo a los hombres competir a la calva, al
lanzamiento de palanca o a la petanca, entre otros juegos, apostando algún
cántaro de vino que acompañara las viandas caseras, y a los jovenzuelos jugar a
“las perras”, al tango, con aquellas monedas grandes de cobre llamadas patacones.
Lugar de reunión y de tiempo perdido donde los viejos contaban historias, los
jóvenes aprendían a fumar y las parejas se pasaban las horas muertas con
sonrisas bobaliconas hablando de no sé qué.
jmgd
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