Nunca supimos, porque nunca supiste, ni cuándo ni dónde, ni tan
siquiera quien te parió, te dijeron que apareciste junto al portón del
hospicio. En tu fe de bautismo se certifica una fecha que como tú bien nos
decías, día arriba día abajo. Tu nombre Santo, tu apellido, y el mío que es el
tuyo, Iglesias. Hoy arremolinado de los
tuyos, no cabemos en la alcoba, te apagas. Tienes esa ilusionada mirada que
siempre tenías cuando nos mirabas. Quisiste irte con el traje, tu único traje.
En tus manos apretada sobre el pecho una garabateada carta.
…y tu último suspiro: ¡Gracias, Madre!
jmgd
No hay comentarios:
Publicar un comentario